miércoles, 26 de noviembre de 2014

Don Étimo y Penélope/ o ¿en qué sueña un trabajador de la Línea 3 del Tren Light?

Se conoce la leyenda de la Penélope, esposa fidelísima de Odiseo (en latín, Ulysses; de donde se deriva 'Ulises' en español), que narra cómo, mientras duró la odisea turística del marido mareado Odiseo, ella, guapérrima, logró mantener a raya la fila de pretendientes 24horas, mediante un truco: "Yo les aviso quién es el bueno en cuanto termine mi chambrita"... misma que destejía durante la noche y recomenzaba cada mañana. De ahí el origen de su nombre griego: penne, de pannus, 'paño, tela, tejido'; y ops, cara. Esto es, les vio la cara a toda la bola de tiradores de flechas de Cupido, cubriéndose ella la suya con la chambrita. Claro, eso le contó Penélope al Odiseo, aunque se sabe de otras versiones que relatan cómo ella supo tejer muy fino para organizar agenda sin dañar a nadie.
Por cierto, y a propósito del videoclip de la Penélope Cruz (el apellido tan hispano sugiere que la actriz se oculta tejiendo tanguitas en punto de cruz), ¿por qué convencionalmente se torna sexy, atractiva, seductora la persona que se coloca unos lentes negros? Hipótesis voyeurista: porque oculta. Y ya se sabe, el objeto de deseo, entre más oscuro, más erótico (es precisamente el principio de la tanga, del bikini, de la minifalda, de la hojita de parra en el Paraíso). En este caso, la mirada: el flujo más intenso de energía emocional que somos capaces de soportar cuando vemos a alguien directamente -y sin escalas- a los ojos... se vuelve oscuro. Y quien se oculta tras unos lentes negros (o de espejo -con colores verdes, azules, rojos) se vuelve ipso facto persona enigmática, misteriosa, interesante, agente provocador, porque sobreexcita la curiosidad. "¿Quién es?" (o mejor aún: "¿qué mira, por qué mira así, escondiéndose?"). Y ya se sabe: la curiosidad enamoró al gato.

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